sábado, 8 de octubre de 2016

Y entonces te marchaste mirando al suelo. ¿Quien podría comprender tu abandono? Si te quise cuando me mostraste toda tu oscuridad, y te amé cuando me mostraste tus fallas.

Te fuiste, y yo me quede sin comprender tu partida. Te fuiste, y yo me quede extrañando tus travesuras.

Cada pequeño descontrol en mi cama mientras mis padres dormían, y tú tenias miedo de que nuestra mentira se escurra por mi ventana. Decías que te sentías querido, pero nunca me quisiste. Decías que confiabas en mí, pero nunca escuchaste mis secretos.

Y entonces, estoy aquí con una botella en la mano y un papel escupiendo el dolor que me hiciste sangrar. No eres nada más que el ideal que creé en mi cabeza, y yo no soy nada más que quien te regaló besos y siempre te dejaba con ganas de más.

Te fuiste y yo lloré por todos esos secretos olvidados de nuestras madrugadas vagando por el barrio. Tal vez ahora puedas entender que ella no amará tu oscuridad, o tal vez más tarde lo hagas.

Yo también me fui, derramando lágrimas en el camino para que sigas mis rastros y me encuentres. Pero nunca miraste hacia donde caminaba, porque estabas ocupado encendiendo tu cigarrillo. Me fui, y no lloraste ni pediste perdón. Me fui, y de inmediato olvidaste cómo me escapé de mí misma para amarte.

Y no, mi querido chico de cabellos complicados. No podré sangrar más, tendrás que conformarte. La vida me desgastó y tú te alimentas de tristeza. La vida me golpeó y tú no me defendiste del huracán que llevaba tu nombre.

Está bien, nunca te declaré mi amor ni dejé que notes cómo te miraba cuando estabas distraído. Cada risa tuya se marcó en mi piel y cada lágrima quemó mi corazón.

Vete de nuevo, para saborear tus besos como si fuera la última vez una vez más. Y qué se le puede hacer, si ves su cintura y te pierdes. No queda más que alegrarme por ti y desear que el amor que te tengo te llegue de alguna forma en los abrazos que ella te da.

Tu fidelidad es cuestionable y mi olvido es reprochable. Nuestra aventura es pasajera y mis labios para la entrega. Si no estas tú, tendré que llenar la soledad.

Tantos versos te escribí y tú nunca te diste la vuelta a mirarme. Tantos sueños te dediqué y tú nunca pudiste tomarme de la mano. Lo que hubiera dado por hablar con tus padres y agradecerles por no usar protección.

Me voy ahora, cansada pero conforme. Con una temporada de tus besos y una vida llena de secretos que nunca nadie entenderá. Me voy, y te tiro un beso para que recuerdes que tú tienes mi corazón.

Gracias por la cicatriz en la muñeca y las madrugadas de pasión.