miércoles, 2 de enero de 2019

Perdóname, porque quiero.



Quiero consumirme entre tus brazos, hacerme cenizas entre tus dedos y esparcirme entre tu cabello. Quiero aferrarme a la ideología de la perfección, para chocar con la avasalladora realidad que sólo puede manifestarse a través del dolor. Quiero que me duelas, para que te conviertas en el recuerdo punzante que se presenta en las noches de insomnio, cuando ahogarse en una taza de café no lleva a nada más que a hundirme en las preguntas que tus labios dejaron grabadas en mi cuello. Quiero que nuestra historia sea una tragedia, para poder contarla una y otra vez, para que mis ojos se acostumbren a la humedad de tu recuerdo, mis manos tiemblen con la nostalgia de tu piel, y mis labios ardan con una sed demasiado abstracta como para poder saciarla con el resto del mundo.

Quiero que seas siempre insuficiente, para buscar más de ti cada día. Quiero que en los años por venir perdure tu sonrisa entre mis omóplatos, tus cosquillas en las yemas de mis dedos, y tus rizos esparcidos sobre mi abdomen. Hasta que mi mortalidad no dé para más.

Yo quisiera perdurar, también, para ti, pero no dolerte. Me basta con estar presente en la brisa del río, donde crecimos; donde aprendimos a amar y a decir adiós. Me basta con que tú, o alguien más, visite las palabras que te escribo ahora, en un pobre intento de reflejar el tormento que causan tus ojos en la oxidada máquina de mi corazón.

Quiero que no se escuche el quejido de mi pecho cuando digo ‘No puedo’. Porque me cuesta tanto, cariño. Me cuesta irme, pero aún más quedarme. Me cuesta creer en la eternidad, en el amor… Pero creo en tus ojos. Creo en tus manos, en tu pecho salvavidas, en tu risa distraída, y tus pestañas dormidas.

Creo en tus miedos, y tus lágrimas y tus sueños… Pero son más reales mis pesadillas.

Y perdóname, amor, porque me fui. Pero es que no hay hogar para quien tiene miedo. Perdóname, amor, por llamarte así, con el nombre de algo en lo que no creo.

Perdóname, amor, por sentir, y no querer reconocerlo.

Perdóname, amor, porque se me acaban las palabras, pero nunca dicen lo que quiero.

Perdóname, amor, y quédate, sólo en mi memoria. Quédate un ratito más, que la mortalidad me besa el cuello, pero sus labios fríos no erizan mi piel como los tuyos.

viernes, 21 de diciembre de 2018

She wonders.

“What  about  love?”  she  asks,  and  looks  at  the  tattoo  he  has  on  his  arm.

“What about​  love?”  he  repeats  like  he  wasn’t  paying  attention.  But  she  knows  he  does  it  when he  doesn’t  want  to  give  an  answer.  Maybe  he  doesn’t  have  one.

So  she  lets  the  smell  of  the  coffee  on  her  hands  distract  her,  looks  out  the  window  and  starts wondering  if  people  are  conscious  of  their  reasons  for  waking  up  in  the  morning.

“You  know”  he  starts-  she  doesn’t  look  at  him,  knowing  it’s  easier  for  him  to  talk  if  he  doesn’t  feel examined-  “when  I  first  met  you,  I  thought  that  you  had  the  face  of  someone  with  many answers-”
 “But  it  turns  out  I  have  a  lot  of  questions.”  She  takes  a  sip  of  the  coffee  and  wonders  if  love  can be  described  as  coffee:  warm,  bitter  or  sweet,  whichever  way  you  prefer,  always  giving  you energy,  even  when  your  eyes  hurt  from  fatigue.
“You  just  don’t  recognize  your  own  answers.”  He  says,  and  for  the  first  time  today,  looks  directly in  her  eyes.
“Tell  me  one.”
“What?”
“An  answer  I  don’t  recognize.”
“Well,  you’re  always  talking  about  how  sick  you  are  of  everything,  and  how  tired  you  are  of being  surrounded  by  people…  But  you  always  give  your  best  smile  when  you  greet  someone, even  if  you  don’t  know  them.  And  they’re  not  fake…  The  smiles,  I  mean,  they’re  always  the good  ones.”

She  gives  thought  to  this,  playing  with  the  napkins.
“Is  it  enough?  Do  you  still  think  that  I’m  someone  who  has  many  answers?”
“Sometimes  the  questions  are  answers.”
“That’s  bullshit.”
“So  is  your  perception  of  the  world  and  still  you  base  your  decisions  on  it.”
“They’re  always  bad  decisions.”
“You  just  don’t  accept  yourself.”
“You  said  that  my  perception  is  bullshit.”
“That  was  only  because  I  knew  you  wouldn’t  defend  yourself.  No  one  can  say  that  something  in your  life  is  wrong  when  no  one  can  really  understand  what  life  is.”
“You’re  talking  too  much  today.”
“Last  time,  you  said  that  I  never  share  my  thoughts.”
“That  doesn’t  mean  I  want  to  hear  them.”
 “You  also  said  that  you  like  when  I  share  what’s  going  on  inside  my  head.”
“Touché.”
“I  guess  its  the  winter.  This  season  inspires  me.”

She  finishes  her  coffee  in  silence,  wondering  if  people  can  even  comprehend  what  inspiration  is.

She  also  wonders  if  love  can  be  found  in  the  form  of  the  cold  breeze  in  a  winter  afternoon,  when the  sun  is  trying  its  best  but  she  finds  home  in  the  cool  air. 

She  wonders  if  love  can  be  found  in  the  form  of  a  quiet  walk  or  maybe  in  a  conversation,  coffee in  hands.  Or  in  the  form  of  an  effort  to  make  eye  contact,  or  in  the  calm  but  insistent  need  to make  someone  know  how  much  you  appreciate  their  company.

She  wonders  if  love  can  be  found  in  the  strange  form  of  a  pleasant  smile…  in  goodbyes  that aren’t  real  goodbyes…  because  you’ll  reach  for  each  other  again.  If  not  today,  tomorrow,  and  if not  tomorrow,  someday.

lunes, 30 de julio de 2018

No entendemos la eternidad.

Quiero hablar de la manera en que el mundo es màs bonito cuando amanece sobre tu rostro. Pero no podemos verlo. Estamos tan empeñados en llorar que no podemos ver la hermosura en el dolor. Y tù dueles tanto. Tan dulce, tan profundo, tan presente dolor.



Dolor cuando beso tu frente y tù suspiras, porque los mortales no entendemos la eternidad. Y yo te susurro palabras que se sienten muy grandes en mi boca, se sienten como mentiras, porque no merezco amarte. Y me siento inùtil porque no puedo retenerte a mi lado, mierda, ni siquiera puedo retener tu imagen en mi memoria.



Y vamos a olvidar, porque nadie merece vivir para siempre, ni siquiera en un recuerdo. Te voy a olvidar, seguro. Voy a olvidar la manera en que lloraste cuando me fui y tù vas a olvidar la manera en que sentì miedo. Porque siempre tuve miedo.



Vamos a olvidar la vergüenza y vamos a olvidar este dolor. Vamos a olvidar que querìamos sostenernos la mano, y vamos a olvidar todas las veces que tuve que desviar la mirada para que nadie notara lo que sentìa por ti. ¿Vamos a olvidar?



Vamos a olvidar la culpa y la recordaremos cuando seamos castigadas. Por querer lo prohibido, por soñarlo y por experimentar aquello a lo que no tenìamos derecho. Vamos a olvidar el pecado, pero nunca dejaremos de ser pecadoras. Vamos a olvidar el placer, pero no evitaremos que nos pasen la factura por ello.



Pero no sè cuànto tomarà. No sè cuànto tarda el olvido en llegar. No sè cuànto tarda en visitarnos si le cerramos la puerta.



Y tendrè que recibir el castigo incluso cuando sè que no podrè soportarlo, porque tampoco soportè el deseo de besar tu boca ni acariciar tu cabello, no soportè la necesidad de soñarte, ni el miedo de perderte. Pero nunca me perteneciste, porque a mì no me toca tener las cosas bonitas, a mì me toca dañarlas.



Asì que serà doble el castigo, por desear tener algo que no merecìa, y por intentar tenerlo y dañarlo. Asì que perdòname, por dañar tu belleza al llenarte de miedo, por traicionar tus ojos hacièndoles llorar, por pervertir tus manos al tenerlas entre las mìas.



Pèrdoname, porque ni tù ni yo merecìamos que me quisieras, pero lo hiciste. Me quisiste bonito, y de verdad. Me quisiste cuando tenìa pesadillas, y ojeras, y un cigarrillo entre los dedos, y toda la negatividad en la mirada. Me quisiste cuando te confesè mis pecados y me quisiste cuando fallè a mi potencial. Me quisiste cuando esperabas una respuesta y yo me quedè en silencio. Me quisiste cuando te fuiste, cuando volviste y cuando yo te escribì poemas rotos acerca de còmo todo podìa salir mal. Me quisiste cuando te dije que deseaba no sentir el amor que te tenìa, cuando te dije que era mejor estar lejos. Me quisiste cuando mi incoherencia me llenaba de miedo al mismo tiempo en que yo besaba tu cuello.



Me quisiste bonito, niña, como se puede querer a lo que va a morir. Y yo te quise lo màs bonito que pude, con lo poco que te pude dar.



Te soñè, te extrañè, te adorè, y te dejè ir. Porque los mortales no entendemos la eternidad, y por eso no podemos estar seguros de hasta cuàndo nos perseguirà el recuerdo.

sábado, 26 de mayo de 2018

It really is.


We used to be scared

Of the storm

Of the night

Of the forest

Of ourselves.

 

We used to run

And hide

It was fun for us

It was never a necessity.

 

 

We used to be scared of the waters

So we would hold hands

And then we wouldn’t drown.

Later we’d learn

That water

Wasn’t the only thing

That’d drown us.

 

We grew up

And weren’t scared

Of the storm

Nor the night

Nor the forest

Anymore.

But we’re still scared of ourselves.

 

We’re still running

Still hiding

But it’s not so funny anymore.

 

We’re not scared of water

But it’s not the only thing

That could drown us.

 

And you let go of my hand

But it’s okay…

 

It really is.

miércoles, 2 de mayo de 2018

Silencio.


Todo lo que conoces

Se está convirtiendo en trozos

De mentiras desparramadas

Que nadie quiere reconocer.

¿No dirás nada?

 

Ves el sufrimiento

En los ojos de quienes amas

¿No dirás nada?

 

No es tu culpa niña, no lo es

Pero cuando miras sus ojos tristes

Sus manos cansadas

Sus abrazos más prolongados

¿No dirás nada?

 

¿No preguntarás, niña?

¿No compartirás tu dolor?

 

Solías hablarle a un árbol, ¿recuerdas?

Le contabas cosas y hacías preguntas

¿Guardará ese árbol tus secretos?

¿Los guardarás tú?

 

Estás a una llamada

Pero  la distancia te pesa en los huesos

¿No harás la llamada, niña?

 

Te alimentas de la frustración

De la añoranza

Del rencor

¿No los sacarás afuera?

 

¿No serás el refugio?

De aquellos que también tengan dolor

Para que puedan sacarlo afuera

Y respirar.

¿No los escucharás?

 

¿Te quedarás en silencio?

Apreciando la caída

¿Te quedarás en silencio?

 

Dime, niña

¿No has estado callada lo suficiente?

¿A dónde te ha llevado eso?

¿Te ha hecho feliz?

 

Si quieres que el silencio sea tu hogar,

Quédate en él.

Pero no hagas tu hogar de algo que te hace infeliz.

 

Si llevas toda la culpa a cuestas

¿No pedirás perdón?

En voz alta niña,

Que tus susurros no llegan a mis oídos.

Más fuerte, niña, no tengas miedo

¿Acaso no te lastiman las palabras atascadas en tu garganta?

 

Grita, niña, sácalo afuera

Llora tus penas

Pide tus disculpas

Declara tu amor

Que no siempre

El silencio concede.

 

No siempre sabrán que los amas

Que los extrañas

Que los apoyas

Que te duele

Que entiendes

Que perdonas

Si no dices nada.

lunes, 24 de abril de 2017

Botando Risas, Ignorando al Amor y Negociándolo.

No sé qué tan difícil sea para ti, hacer tantas cosas sin sentir nada. Todo este tiempo me aferré a la idea de que no es posible que una persona no sienta, no sufra, no quiera. Pero tú, con tu juego de manipulación declarada pero inevitable, con tu victimización a todas luces fingida, pero creíble al final, me convenciste que hay personas que sí pueden cerrar su corazón. Yo nunca pude. Insensibilizarme, ser indiferente. Siempre tan expresiva, ilusionada, patéticamente aficionada a la idea de ser feliz. Pero eso también fue un logro tuyo: hacer que me endureciera, aunque fuera sólo un poco.

La parte más costosa de seguir adelante fue aceptar que no perdí tu amistad o se desperdició una gran oportunidad de ser felices, que en realidad, esa oportunidad no existió y tú y yo, nunca fuimos amigos. Bueno, esa parte aún cuesta digerir. Después de todo, cuando me volviste a buscar pude haber creído de nuevo que me considerabas tu amiga, pero ya sabes, en ese momento ya me volví más fría.

Lo que más duele de perder una amistad, es saber que una vez más toda la confianza no valió nada. Por eso, lo más difícil siempre es luchar para no rendirse, no aceptar que nunca valdrá nada lo que te esfuerces o lo que sientas. Bien sabes que nunca te confié un secreto, ni mis sentimientos, ni mis sueños... Pero tú sí, y no entiendo porqué seguí sintiendo que fui yo quien te perdió.

Lo hiciste a propósito. Porque estás acostumbrado a que la gente piense que no tienes solución, y crear otro problema era sólo una forma de demostrar que yo también podía ser parte de la diversión. Fue tan notorio, pero sutil, bien calculado, que resulta hasta irónico pensar que fue algo improvisado. Por eso, me pregunto cómo fue que no reaccioné y lo detuve, porqué me dejé llevar por aquello que a todas luces me iba a lastimar.

Te tomaste el tiempo de conocerme, convencerme de que yo te había lastimado primero, porque tú me quisiste primero. Me miraste a los ojos y dejaste al descubierto todo lo que te atormentaba de mí, los miedos que te inspiré y tus intentos por vencerlo, tu debilidad y tu rendición. Me preguntaste qué pasaría con nosotros, qué era lo que yo quería. Me dijiste que te arrepentías, que tenías miedo aún, pero podías hablar de ello porque estabas ebrio. Me hiciste llorar, reír, me pediste perdón por ser cobarde, me tomaste fotos como si así pudieras conservarme, me pediste permiso para acercarte, me diste a elegir cada cosa, me miraste como si tuvieras miedo de decepcionarme.

Yo sólo no podía creerlo. Te hacía tantas preguntas, tratando de encontrarle sentido a todo. Por fin, yo había comprobado que sí sentías, que sí deseabas, que sí querías... sólo no me esperaba que fuera a mí. Pero qué tontería.

Lo sabías, sabías que yo te apreciaba y lo usaste en mi contra. Vi eso tantas veces... pero aún me sorprende. ¿Cómo es posible que alguien utilice el amor que otra persona le tiene, para lastimarla? Desde que te conocí, siempre me pareciste atractivo, siempre interesante; pues tú, más que cualquier otro chico idiota, eras consciente de serlo, e ibas de frente con tus pensamientos. Te quería, sí, pero me gustabas apenas. Te quería porque eras mi amigo, porque teníamos confianza y porque podía verte a través. Incluso cuando me lastimaste tanto, sólo me gustabas apenas. El amor que se tiene al amigo siempre es más fuerte que enamorarse de unos ojos fascinantes y un corazón adictivo. Porque ese eras tú: fascinante y adictivo.

Cuando fue tiempo, y tú quisiste explorar todas mis emociones, empezaste a tratarme de esa manera en que tantos otros me habían tratado, y sabías que era lo que me había llenado de cicatrices. Empezaste a ser frío, a hacerme sentir como si te hiciera perder el tiempo. Tenías esa pose de que no te importaba realmente nada, pero te molestaba que no te hablase o que no compartiera mis pensamientos. Me dijiste que te enojaba mi silencio, y seguiste hablando de ti mismo, seguiste sacándome fotos, y recalcando que habías dejado de fumar y yo no. Entonces fuimos de nuevo a tu casa y seguimos con nuestro juego de fingir que no sabíamos qué era lo que el otro quería. Tú fingiste no saber que yo quería que me tratases como lo hiciste al principio, y yo fingí no saber que tú estabas jugando deliberadamente con mis emociones.

Casi al final, me preguntaste burlesco si estaba llorando, y te volví a obsequiar mi silencio, como premio por haber jugado tan bien con mi corazón. Tal vez yo nunca supe cómo amar, o cómo ser una amiga. Una vez leí que no puedes poner a todas las personas por delante tuyo y pretender que eso cuente, entonces, supongo que nada de lo que hice contó. No me enamoré de ti, pero vi lo lastimado que estabas por las situaciones que te habían tocado, y te quise de una forma que hasta ahora no puedo reparar.

Tal vez por eso, luego de que me volviste a buscar y yo pretendí que no me importaba saber de ti, que no me dolía pero tampoco te quería... no pude mantener ninguna línea de contacto abierta por más tiempo. Aún así, una noche fría de abril, me encontré a mí misma buscándote por la ciudad. A pesar de que yo me había mudado a una ciudad tan enorme que los secretos sí existen, yo esperaba verte en la fila de supermercado, pagando por litros incontables de alcohol. Pero no estabas, nunca estuviste.

Así que al final de todo (y a pesar de que siempre supe de ti, pues proveníamos de un pueblo tan pequeño que nadie tiene idea de lo que significa tener un secreto), sigo pretendiendo que no me preocupo por ti, a la par que te veo en las poesías... Y ya no puedo confiar del todo en que soy amiga, amante, que deseo, o que quiero.

jueves, 30 de marzo de 2017

Enamorarse de lo inesperado.

La ciudad dorada derrama su hermosura cada noche, para ser estrujada al amanecer y resecada por el sol.

Gigantes edificios alzándose con tanta majestad; cuando el alumbrado público no deja ver sus grietas, el peso de los años resquebrajando su elegancia, las manchas del tiempo llamando al pasado que no sobrevivió. Y entonces, en una noche cualquiera, te olvidas del miedo que te dan las ciudades grandes, y te enamoras de las guirnaldas de luces y los balcones donde la música fluye y el amor vuela.

Ahí, donde amaneces con la frente bajo el rocío y los pies balanceando, donde se negocian las miradas y todo es desconocido y luego ya no, y después vuelve a serlo. Ahí es que me enamoré de sonrisas fugaces y esquinas llenas de historias de las que sólo me tocó ser testigo.

Sólo fui una espectadora fugaz de una ciudad que es más grande por los secretos que guarda, que por su tamaño. Una ciudad que cuando es de día vuelve al ajetreo de personas corriendo de un lado a otro, que no levantan la vista ni separan la oreja del celular.

Desearía que cada uno atestiguara la elegancia de una ciudad que en silencio presencia el paso de tantas vidas, la promesa del progreso, y la desilusión de cada amanecer, cuando vuelve a estar llena de humo y suciedad. Desearía que escuchen el sonido de los escasos pies que la recorren de noche, y lean los misterios que escriben en las esquinas los trueques hechos a escondidas. Desearía que les alarme la creciente dificultad para ver las estrellas, cómo cada noche se marchita un poco más la belleza porque la descuidan en el día.

Quisiera que el encanto no se rompiera cuando se hace de día, poderme enamorar también con el sol alumbrando, y no sólo con la luna entre las nubes. Quisiera sentirme también, como si fuera mi hogar. Al final, sé que soy una espectadora que en las noches se enamora, y en las mañanas recuerda que también tiene que correr... Excepto en las lluviosas, porque hasta de día se enamora de la lluvia.