sábado, 10 de mayo de 2014

La infelicidad de un corazón masoquista.

Agarró mi mano y la apretó, aún sabiendo que yo no correspondería el gesto. Me dio un beso en la mejilla, con la certeza de que no lo devolvería, notó que no estaba prestando atención. Me observó aunque sabía que yo no voltearía para mirarlo.

Lo quiero tanto. Cuando él no lo nota, observo sus manos y me enamoro de cada detalle, especialmente de aquella cicatriz próxima al pulgar. Cuando él no se da cuenta, observo sus labios y los grabo en mi mente. Cuando él no presta atención, memorizo cada detalle de su rostro. Pero él no lo sabe, no se imagina el amor tan grande que mi pecho guarda celosamente, yo tampoco lo hago.

Cuando le hablo de él, ella me dice "ojalá estén juntos por lo menos hasta fin fe año", yo también quiero eso. Cuando le digo a ella que me quiero casar con él, me dice que es algo muy tierno, pero sé que en el fondo ella está segura de que no va a suceder. Porque lo que ella sabe, y él empieza a notar, es que soy tan propensa a arruinarlo.

Y nos estamos equivocando constantemente, y él se equivoca porque yo me equivoco. Él lo da todo, y yo trato, pero no tengo nada que dar.

Sentimientos erróneos, personas incorrectas, felicidad conformista.

Es un amor demasiado grande para poder controlarlo. Y lo amo, ojalá pudiera expresarlo. Ojalá pudiera hacerle entender este sentimiento que no comprendo, hacerle conocer este misterio de mi corazón. Vaciarle de dudas, hacerle ver que quiero estar con él. Quisiera poder protegerle de mí, que no tenga que comprender.

Los labios gastados, los ojos adoloridos por el llanto, las piernas cansadas, las manos heridas por la batalla contra una misma. Ojalá pudiera hacerlo comprender, ojalá no tuviera que hacerlo.

Luego de que pasaran todos estos fugaces pensamientos, me levanto de esta cosa cuadrada.
-Tengo que entrar.
-Todavía no.
-Ya tengo que entrar.
Me toma de la mano y me acompaña, me roba un beso que sabe que no le quiero dar y se va; no sin antes decirme esas dos palabras. Cuando apenas se va empiezo a extrañarlo, ojalá pudiera decírselo.

Lo quiero demasiado, me odio tanto. Odio reprimir mis sentimientos, ya perdí a muchas personas por eso, no quiero perderle a él.
-No me dejes.
-No te voy a dejar, te amo. No me dejes vos, no dejes de ser mi novia.
-Nos vamos a cansar de estar juntos.
-Yo nunca me cansaría, pero algo me dice que vos te vas a cansar de mí.

Ya estoy cansada. Vengo arrastrando un cansancio pesado, y vos insistís en ayudarme con la carga; pero tiene un candado, no la puedo compartir. No me quiero cansar de vos, no quiero otro amor de juventud.
-Tuve una idea extraña.
-¿Qué?
-Cuando me acariciabas el cabello, te imaginé siendo un viejo de ochenta años; con cabello blaco y arrugas, acariciando mi cabello cuando también sea vieja.
Otras ideas de vejez, arrugas, bastones. Risas. Llanto interno.
-Nuestros hijos van a ser hermosos.
-Y muy inteligentes.
-Y fanáticos de Harry Potter.
Y esto, y aquello.

Él lo sabe, claro que lo sabe. Sabe que lo amo, aunque yo en el fondo no lo sé. Sabe que no importa el tercero, sabe que no importa nada. Él conoce el candado de mi carga, sabe que no puedo simplemente entregarla. Él conoce la opresión de mis sentimientos, sabe que no puedo expresarlos.

Él sabe que me encanta que me diga que soy hermosa, él sabe que estoy enamorada de él, aunque eso sea algo malo. Él sabe, él sabe más que yo, yo sé mucho más. Él entiende que yo intento, él sabe de mi infeliz felicidad.

Y yo sé, yo también sé. Sé que lo quiero, sé que quiero estar con él. Las dudas vienen, llegan todas juntas; hacen que tire todo al piso, pero él me ayuda a levantarlo y llevarlo adelante. Y las dudas aparecen, y llega el tercero, pero también se van. Y yo sé, yo también sé. Sé que vamos a estar juntos por un tiempo infinito, aunque tal vez él no lo entienda.

Porque algunos infinitos son más grandes que otros.

martes, 6 de mayo de 2014

Reflexiones de una mente perturbada.

Es tarde y estoy cansada, ¿donde estás? No estás abrazándome, no estas tratando de animarme. Es de noche y no quiero que sea mañana, porque no te voy a ver. Ni mañana, ni dentro de tres días, ni la semana siguiente; no sé cuando volveré a hacerlo.
Fue decisión mía, yo me quise ir. Yo sé que siempre entendiste esa necesidad de alejarme, de apartarme de ese lugar, yo sé que vos sabes que no te abandone, simplemente ya no podía.
Es tarde y no estás conmigo. No estás conmigo porque ya es tarde para no cambiar, y el cambio siempre fue inevitable. Y ahora, escuchando música que está en un idioma que no entiendo del todo, pero aun así me hace llorar; me doy cuenta de mi soledad.
No estás, ¿donde estás? ¿Dónde estoy? Ya no estamos tirados en el piso blanco discutiendo por estupideces, o sentados en "nuestro lugar" escuchando aquellas canciones que en ese entonces me hacían extrañar. Y ahora te extraño a vos, no fue un sentimiento planeado.
Mi ego decidió que te superaría y pasarías a ser un buen recuerdo. Después de todo, yo decidí irme. Sin embargo tu ausencia no se puede ignorar, no me olvido de aquella facilidad de mirar a la izquierda y encontrarte ahí, mirándome también. De aquel amor no correspondido que sentíamos los dos, del daño que nos hicimos por querernos tanto, de la felicidad que siempre arruinábamos.
No estás, no estoy. Fui ahí, fui allá, recorrí esos lugares sin vos. Volví a ver ese rastro del dolor que había sentido ese último tiempo, recordé nuestras manos enlazadas, mi cabeza en tu hombro, nuestros oídos sordos a los comentarios de los demás, nuestras notas en las páginas de atrás, tus regalos creativos, tu indiferencia, mis lágrimas, tus anécdotas y mis risas, nuestros 'te quiero' de reconciliación, nuestras peleas por celos, nuestros chats deprimentes, nuestro amor inmenso y abandonado por los dos.
Recuerdo que eras la base de mi mundo de cristal y que, sin vos, mi frágil fortaleza se hacía pedazos. Yo no estaba bien en ningún lado en el que no estuvieras, y ahora estoy en todos lados sin vos, ¿como estoy sobreviviendo? No sé, supongo que encontré otro punto de apoyo.
Soy feliz, tengo amistades sinceras, tengo un amor correspondido, estoy bien. Sólo que, quisiera que formes parte de esta felicidad. Espero que estés bien, sin esta chica depresiva que cuestionaba tu manera de llevar las riendas de tu existencia.
Te extraño, y me haces falta. Recordar nuestro corto tiempo juntos me hace sonreír entre las lágrimas, pues, ahora representan un pasado que duele por haber sido un presente feliz. Y estoy bien, estamos bien, simplemente estamos creciendo. Y no es mi primera separación, mucho menos la última.
Es tarde y estoy cansada. ¿Dónde estás? ¿Dónde estoy? Estamos en el mismo planeta, en el mismo continente, en el mismo país, incluso en la misma ciudad. Que cerca estamos, cuánta lejanía entre nosotros.
Total, que más da.