jueves, 24 de julio de 2014
Aquel amor de aquella juventud.
sábado, 12 de julio de 2014
Los ojos se están ahogando de tanto deshidratarse, y yo me tengo que sacar mis tres capas de abrigo para poder inhalar suficiente aire. Y este aire invernal lastima mi nariz que acompaña a los ojos en su inundación. ¿Y dónde está el pañuelo? Está en el bolsillo de aquella que acaba de irse a convertirse en alimento de algún ser sin sentimientos.
¿Y dónde está el consuelo? Está en todas partes, de todas las personas, incluso de aquellas que no me conocen lo suficiente para saber porqué me vestí de blanco. Pero el único mísero consuelo lo encuentro en los brazos de aquellos que sí entienden el blanco, que sí entienden la asfixia.
Pero este vacío es tan grande, que esta habitación le tiene envidia. Y mis ojos expresan tanto, que todas las nubes del cielo claman por tener su capacidad.
Y el frío me envuelve, y me hace doler la piel, pero no me pongo el abrigo porque los jadeos continúan, y mis pulmones siguen rechazando el aire, como si quisieran seguir a los dos que se fueron con ella.