No tuvimos mejores
momentos
Que aquellos de puro
silencio,
En que las miradas
disfrutaban su protagonismo.
Toda esa felicidad tan
frágil, tan improbable
Pero él hacía que se
sintiera real.
Y cuando el miedo buscaba
un rincón,
El hacía con sus brazos
un escudo.
Y yo no podía pedir más.
Miré sus ojos, su sonrisa
Y supe que no podía
echarme atrás
En ese campo de batalla.
¿Y para qué lo querría?
Esa guerra contra mí
Era la única que valía la
pena.
Y entonces aquella música
La de tantas lágrimas
Y unos cuantos desvelos.
“¿Sabes por lo que vale
la pena luchar? Cuando no vale la pena morir”*
Y tuve la respuesta:
Él era la respuesta.
Y diablos, mi corazón no
lo soportó.
No lo pude detener
Y fue directo a sus manos.
Que el puesto de la
soledad
Sería desocupado permanentemente.
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