jueves, 28 de agosto de 2014

Reflexiones de una mente perturbada II.

Y él dijo esa palabra que empezamos a usar para no usar la otra, pero al final adquirió el mismo significado.
Y quise dar la espalda al cansancio que me da las cosas que pasan cuando no pasa nada.
Y conté hasta tres, pero él no quiso esconderse
Fue eclipsado por la luz de la destrucción que él conocía y que antes fue su hogar
Y quise contar hasta tres de nuevo, pero las matemáticas fallaron y ese sentimiento que se creía eterno aceptó sus incapacidades.

Y quise huir, pero mis piernas también fallaron y no me permitieron esconderme
Y me quedé ahí parada, viendo como los trocitos llegaban hasta mí y ensuciaban mis zapatos.
Esos zapatos que quise cuidar, para que la caminata con compañía dure más
Esa caminata que quise cuidar, para que al final del camino encontremos descanso
Ese final del camino al quise llegar, para que las cicatrices de las caminatas sin compañía ya no sientan rencor
Esas cicatrices que quise conservar, para recordar que mis brazos ya no luchan para mí
Estos brazos a los que lastimé en la búsqueda de su sanación.
Esa sanación que creí encontrar en ese sentimiento artificialmente eterno.


Ese sentimiento artificial que fue más real que el dolor.

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