Me abrazas. Pones tu mano izquierda en mi cintura y todo está bien. Somos felices, nos amamos.
Luces en todos lados. Sonrío, no sé a cual de las cámaras, pero sonrío. Les demuestro que me haces feliz. Esta vez nos toca darnos un beso, así que sonríes con ternura y posas tus labios sobre los míos, cierro los ojos y me dejo llevar durante el poco tiempo que dura. Me aferro a la sensación de que me quieres.
Se acaba el evento y tienes que llevarme a casa. El camino hasta el auto llevaría la mitad de tiempo si no te sacaras fotos con esas chicas que tanto te aman. Vamos a casa. Se acaba la farsa una vez más.
Te aman. Nos aman. También me odian. A algunos les encanta vernos tomados de la mano. A otros, los más observadores, les parece triste.
¿Y quién comprende? Se ponen en tu lugar, te admiran, se compadecen. Pobre muchacho al que no le permiten ser libre.
¿Hay alguien que se ponga en mi lugar? ¿Acaso soy yo la que corta tus alas? Y qué importan los "beneficios"; la fama, las oportunidades, las sonrisas y los contados besos. ¿Qué importan? Si al final del día, recuerdo que no es real. Si cuando puedes besarme sin los flashes escandalizado el momento, no estás dispuesto a hacerlo.
Eres mi amigo. Confías en mí, disfrutas conmigo, pero para ti no soy lo que los demás piensan. Tú me aprecias por ayudarte a tener un poco de tranquilidad con ese secreto del que ya no quiero formar parte.
Era un trato justo, ¿no? Lo era al principio. Un beneficio a cambio de otro. Sencillo, equitativo, fácil, perfecto.
Pero, ¿cómo puede ser perfecto si no estás aquí cuando no están ellos? Cuando podemos abrazarnos, cuando el tomarnos de la mano sería amor y no engaño.
Quédate conmigo. Cántame una canción. Prepara un té para mí. Cocina. Haz algo romántico, porque el sacrificio que hago es cada vez más grande.
Ámame. Ámame como amas a a ese otro alguien. No quiero que me agradezcas por ayudarlos, quiero que me quieras.
Pero no puedes, y lo entiendo. Es sólo que a veces me cuesta adaptarme a la función que cumplo en esta historia, y quiero ser el otro personaje.
Me quieres en la medida en que corresponde. Y los que te aman, los que son más observadores, saben cómo me quieres. Saben lo que soy, lo que doy y recibo en este cuento de fama y dinero.
Sólo quiero que me regalen otro corazón. Porque al que tengo no le importa engañar a los otros, pero ya está cansado de engañarse a sí mismo.
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